No conozco a nadie que no haya pensado en algún momento en tirar la toalla.
En todo proyecto empresarial siempre hay épocas graves o incluso muy críticas, y aunque tengamos los deberes preparados a largo plazo, a veces, con demasiada frecuencia hay aspectos que no puedes controlar, y que te cambian las reglas del juego.
Diferencias con socios, compañeros, clientes o partners no pueden ser nuestro día a día. La frustración, el agotamiento o la falta de resultados positivos, nos provoca la duda en nuestro liderazgo frente a los desafíos presentes. Reconocer esta situación no significa necesariamente “fracaso”. A veces, reconocer que una situación no es adecuada para uno y tomar la decisión de buscar nuevas alternativas puede ser un paso valiente hacia el autodescubrimiento y el crecimiento personal.
En las empresas familiares y pymes, son las parejas de socios y directivos las que también sufren y muchas veces no reconocemos su esfuerzo. Desde el riesgo a la perdida de su patrimonio a las crisis de matrimonio, cuando un negocio nos exige que nos dediquemos en cuerpo y alma, ese “contrato no escrito” nos va a pasar factura.
Debemos trabajar para desarrollar nuestros deseos, sueños y anhelos, pero también vivir para disfrutar de todas las personas que has ido conociendo en tu viaje profesional. Hay un mundo fuera de la empresa que todos debemos explorar, antes y después de una jubilación bien merecida.
